¡Oh, Chatterton, qué triste tu destino! ¡Oh, hijo
de la desgracia, vástago de la aflicción! ¡Qué pronto
el velo de la muerte cubrió esos ojos donde
destelló fuerte el Genio y el supremo debate!
¡Qué pronto aquella voz, entusiasta y magnífica,
en exangües murmullos se fundió! ¡Tu atractiva
mañana estaba cerca de la noche! Moriste
como la flor marchita que abatió el viento frío.
Pero esto ya ha pasado: ya estás entre los astros
del Cielo y dulcemente cantas a las esferas
que giran; nada arruina tus himnos por encima
de este mundo egoísta de temores humanos.
Y en la tierra los justos impiden que la infamia
dañe tu noble nombre, que riegan con sus lágrimas.
La muerte de Chatterton (1856, Henry Wallis) |
Poema de John Keats, traducido por Alejandro Vallejo, para Odas y Sonetos de editorial Hiperión.